31.10.07

El fín del mundo


Francia había tomado medidas. Portugal también… Todos los científicos de los países vecinos se estrujaban los sesos desde que habían podido calcular la zona “aproximada del impacto”. España, más chula que un ocho a lo ancho (osea, infinitamente chula), había considerado que era un meteorito insignificante, que las probabilidades de impacto eran mínimas, y que tenían sus misiles ocupados.

Ese molesto meteorito no seguía ninguna trayectoria clara. Era como si hubiera decidido pegarse un homenaje con Cardhu antes de dirijirse hacia la Tierra. La verdad, lo entiendo. Hay que ponerse a tono para enfrentarse a este mundo…

A medida que se acercaba la hora más o menos prevista del impacto, los científicos se iban tranquilizando. El meteorito iba disminuyendo de tamaño y con un poco de suerte, al entrar en contacto con la atmósfera, acabaría desintegrándose en mil pedazos. Como mucho le caería una chinita a alguien. Pero España ya estaba acostumbrada a la inmigración ilegal. Tanto, que le resbalaba.

El resto, sucedió muy rápido. Como se había decidido no alarmar a la sociedad, la historia del insignificante meteorito se había ocultado. El gobierno tenía experiencia en esas cosas… De repente, el cielo de Madrid se oscureció. Un ruido ensordecedor obligó a todo aquél que circulaba por la calle a mirar hacia arriba. Apenas nadie pudo ver nada… De repente ya se había oido un inmenso BUM. El insignificante meteorito cayó sobre un edificio, convirtiéndolo en cuenstión de segundos en polvo más o menos cósmico. Porque por alguna razón del cosmos, ese minimeteorito no se había desintegrado. Y había ido a caer sobre la sede de un importante periódico. Y así fue como sucedió el fín de El Mundo.

No hay comentarios: